El origen de los indígenas es sólo motivo de algunas cuantas teorías, pero nada concreto.
Más antecedentes hubo por la zona de Antuco (algunas decenas de kilómetros al norte) donde se realizaba una fuerte actividad comercial entre criollos y pehuenches. Así lo dan cuenta los libros de viaje del naturalista polaco Ignacio Domeyko y el artista bávaro Mauricio Rugendas (quien hizo los primeros retratos de los indígenas).
Como estábamos diciendo, la tranquilidad de la zona sólo fue interrumpida a principios del siglo XIX por las cacerías de los ejércitos chilenos de los montoneros aún fieles al Reino Español o de las bandas de cuatreros que asolaban las haciendas de los criollos en el llano (los hermanos Pincheira escribieron algunos de sus capítulos en el Alto Bio Bío).
100 años más tarde lo fueron los sucesos de Ránquil, en la parte más oriental de la cordillera, donde una revuelta nacional obrera que nunca se hizo, sí se realizó en esa zona, con un trágico saldo de muertos.
Pero salvo esas excepciones, la historia de sus habitantes ya no se escribió en los pocos libros que citan o mencionan estos acontecimientos y el paso de los años sólo se registró en los pehuenches que permanecieron en una condición de virtual aislamiento donde, incluso, llegaron a optar por comercializar sus productos en territorio argentino que en suelo patrio debido a la cercanía geográfica y facilidad de acceso, antes que trasladarse por el tortuoso camino a Santa Bárbara.
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